jueves, 15 de noviembre de 2007
Notas para mirar a Chile, en el futuro…
Manuel Fernández Gaete
Profesor de Historia y Ciencias Sociales
Magíster en Historia Hispanoamericana.
La posibilidad de pensar las características que actualmente se han venido desarrollando al interior de la sociedad chilena durante la última década y media obliga a un ejercicio que más lejos que la mera recordación o la compilación de una seguidilla de hechos o acciones permita pensar Chile hoy y el del futuro. Pensar la sociedad chilena que hemos construido en pos-dictadura es un ejercicio tanto histórico como político, tanto teórico como empírico, material y estrictamente sensorial.Por ello algunos conceptos básicos que utilizaremos en este escrito necesitan de alguna aclaración.
Primero, hablaremos de un Chile presente, pero no necesariamente nos remitiremos temporalmente a lo que ocurre en los últimos años, trataremos esta temporalidad de forma móvil, de manera sinuosa, como un recorrido, como un tiempo siendo, en construcción. En segundo término nos referiremos a este período como un tiempo oscuro, de pos-dictadura. Con ello queremos nominar a un período histórico y político, pero también ético que se ha venido desarrollando en la última década y media de historia de nuestro país, en ella lo dictado, lo dictaminado, se ha entronizado como un ethos discursivo, material, que construye una forma cultural violenta, centrada en el individualismo, la competencia, la delación, pero también el miedo al otro, al pasado y al futuro, en la desconfianza, la intolerancia, la orientación al lucro y al lujo, la sacralización del capital, la negación de lo político como necesidad material de la construcción social, que busca en el hedonismo consumista la consolidación de proyectos de vida sin “futuro”, que obliga a una constante lucha por la mera integración, que se solaza en las decisiones tecnocráticas, ideológicas y dogmáticas que han logrado naturalizar una forma de construir sociedad. En tercer término otro anclaje que dará sentido a este texto fluye a partir de la memoria-experiencia como una dualidad que nos permite señalar un diálogo con lo histórico, con el tiempo móvil, con lo social, lo político, lo epistémico, pero en relación con las necesidades histórico-políticas del sujeto en búsqueda, en relación con un proyecto, con el futuro.Sin duda hoy podemos señalar que la sociedad chilena se mueve a partir de una serie de coordenadas que aparecen sutil y brutalmente expresadas diariamente, al pasear por sus calles, al observar los rostros de los pasajeros en un autobús, al preguntar en los servicios públicos, al desarrollar cualquier tipo de intercambio de servicios, de cooperación o de solidaridad. Se puede observar en los temas y textos que trabaja la educación básica y media, en los discursos y los relatos de los profesores, en las investigaciones que se desarrollan en las universidades, en lo que plantean las autoridades nacionales, regionales y locales, se observa en la prensa periódica, en los mass media, en las obras de arte, en el desarrollo de las empresas culturales, en los comentarios de políticos profesionales, empresarios y dirigentes sociales: Chile vive un período de profunda desconfianza, incertidumbre, inseguridad.Este diagnóstico, socialmente construido, se articula a partir de lo que heredamos del período dictatorial de 17 años que asoló la sociedad y sociabilidad nacional. Una dictadura que arrasó y asoló la vida social, la sociabilidad cultural, que posibilita la construcción de una revolución neoliberal, la reconstitución de una sociedad a imagen y semejanza de lo que el dictum neoliberal establezca: activos productores económicos, serviles servidores políticos, conservadores consumidores culturales. Una tríada que nos posiciona a nivel latinoamericano y mundial como el mejor alumno de las políticas que constriñen al Estado y salvajemente posicionan al capital como la variable por antonomasia. Estas políticas propiciadas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional nos alejan de los grandes procesos, problemas y emergencias de la contingencia social que se arroja sobre los países latinoamericanos a partir del cierre de ciclo dictatorial: la emergencia de nuevos sujetos y actores sociales; la urgencia de un nuevo contrato social; la posibilidad de pensar más allá del capitalismo neoliberal, la de pensar una democracia efectiva y no sólo formal, el paso de los múltiples ejercicios de ciudadanía teórica, académica a posibles ejercicios de ciudadanía efectiva, políticamente activa.Y es que la necesidad de articulación social creció junto al proceso de consolidación de la organización social popular durante el siglo XX, se desarrolló al pensar y actuar para la construcción democrática durante el desarrollo de ese siglo, pero se constriñe, es oprimida a partir de la dictadura. Los gobiernos de coalición concertacionista, que propiciaron el retorno de la “alegría” política, social, cultural y económica sólo han construido una réplica socialdemócrata y civilista de la dictadura militar, replicándola y consolidándola.Qué es posible observar en este diseño, más allá de lo esbozado. Una multiplicidad de fenómenos como la precarización de las condiciones de vida y trabajo de múltiples sujetos y actores, la despersonalización de las relaciones entre los actores y sujetos con los interlocutores políticos, el progresivo repliegue del aparato estatal de los lugares de construcción ciudadana (educación escolar y superior, participación ciudadana, formalización organizativa) y su reemplazo por un papel de nuevo ente fiscalizador del mercado. En este rol surgen nuevas-viejas funciones para el aparato y sus funcionarios: la búsqueda de redes clientelares en las que el aparato envuelve a los jóvenes y minimiza la posibilidad de construir o articular actores o sujetos. Este fenómeno ha logrado señalar un nuevo espacio funcionarial para la educación pública y privada, pero con mayor fuerza es posible reflejarlo al interior de los procesos formativos en las ciencias sociales. Sí, en efecto, las ciencias sociales y los científicos sociales que antaño formaban parte de las tribunas en que los actores sociales construían proyectos de sociedad, en diálogo latinoamericano en clave proyectual hoy formulan currículas y programas de investigación que muestran, señalan e incluso problematizan la “realidad” social, pero que no logran pensarla en clave de futuro, no tienen proyección, ni menos proyecto para ella, no dialogan y sólo intervienen en clave funcional y funcionarial. Es por ello que el espacio de clientelización que el Estado entrega a muchos jóvenes científicos sociales que luchan por un puesto, para luego transformarse en funcionarios del aparato estatal, es altamente atractivo y atrayente: no piense en el futuro, ejecute en el presente parece ser la máxima.Por ello es necesario y urgente abrir el diálogo, ver más lejos que las estadísticas, pensar el país más allá de lo mediático y comercial, la necesidad hoy está puesta en el futuro, en el cómo nos insertamos en él, cómo nos construimos en él, cómo aportamos y desde dónde para hacer-nos un futuro como sociedad inclusiva, participativa, activa, socialmente viva. Consideramos que el horizonte posible sigue estando puesto en lo que para el proyecto social-popular, durante gran parte del siglo XX, fue la bandera de lucha, el horizonte utópico: la construcción de un país, de una sociedad donde la democracia fuera efectiva y no sólo formal, activa, participativa, altamente deliberativa y no sólo el reflejo de lo que ha sedimentado hoy: una pantomima de participación, una comedia de representación.Por ello tenemos la urgencia de pensar-hacer sociedad, construir proyecto, levantar sociedad y sociabilidad. Por ello la necesaria urgencia de levantar al sujeto en una operación lazárica que le permita caminar luego de que la teoría lo diera por muerto.)
Primero, hablaremos de un Chile presente, pero no necesariamente nos remitiremos temporalmente a lo que ocurre en los últimos años, trataremos esta temporalidad de forma móvil, de manera sinuosa, como un recorrido, como un tiempo siendo, en construcción. En segundo término nos referiremos a este período como un tiempo oscuro, de pos-dictadura. Con ello queremos nominar a un período histórico y político, pero también ético que se ha venido desarrollando en la última década y media de historia de nuestro país, en ella lo dictado, lo dictaminado, se ha entronizado como un ethos discursivo, material, que construye una forma cultural violenta, centrada en el individualismo, la competencia, la delación, pero también el miedo al otro, al pasado y al futuro, en la desconfianza, la intolerancia, la orientación al lucro y al lujo, la sacralización del capital, la negación de lo político como necesidad material de la construcción social, que busca en el hedonismo consumista la consolidación de proyectos de vida sin “futuro”, que obliga a una constante lucha por la mera integración, que se solaza en las decisiones tecnocráticas, ideológicas y dogmáticas que han logrado naturalizar una forma de construir sociedad. En tercer término otro anclaje que dará sentido a este texto fluye a partir de la memoria-experiencia como una dualidad que nos permite señalar un diálogo con lo histórico, con el tiempo móvil, con lo social, lo político, lo epistémico, pero en relación con las necesidades histórico-políticas del sujeto en búsqueda, en relación con un proyecto, con el futuro.Sin duda hoy podemos señalar que la sociedad chilena se mueve a partir de una serie de coordenadas que aparecen sutil y brutalmente expresadas diariamente, al pasear por sus calles, al observar los rostros de los pasajeros en un autobús, al preguntar en los servicios públicos, al desarrollar cualquier tipo de intercambio de servicios, de cooperación o de solidaridad. Se puede observar en los temas y textos que trabaja la educación básica y media, en los discursos y los relatos de los profesores, en las investigaciones que se desarrollan en las universidades, en lo que plantean las autoridades nacionales, regionales y locales, se observa en la prensa periódica, en los mass media, en las obras de arte, en el desarrollo de las empresas culturales, en los comentarios de políticos profesionales, empresarios y dirigentes sociales: Chile vive un período de profunda desconfianza, incertidumbre, inseguridad.Este diagnóstico, socialmente construido, se articula a partir de lo que heredamos del período dictatorial de 17 años que asoló la sociedad y sociabilidad nacional. Una dictadura que arrasó y asoló la vida social, la sociabilidad cultural, que posibilita la construcción de una revolución neoliberal, la reconstitución de una sociedad a imagen y semejanza de lo que el dictum neoliberal establezca: activos productores económicos, serviles servidores políticos, conservadores consumidores culturales. Una tríada que nos posiciona a nivel latinoamericano y mundial como el mejor alumno de las políticas que constriñen al Estado y salvajemente posicionan al capital como la variable por antonomasia. Estas políticas propiciadas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional nos alejan de los grandes procesos, problemas y emergencias de la contingencia social que se arroja sobre los países latinoamericanos a partir del cierre de ciclo dictatorial: la emergencia de nuevos sujetos y actores sociales; la urgencia de un nuevo contrato social; la posibilidad de pensar más allá del capitalismo neoliberal, la de pensar una democracia efectiva y no sólo formal, el paso de los múltiples ejercicios de ciudadanía teórica, académica a posibles ejercicios de ciudadanía efectiva, políticamente activa.Y es que la necesidad de articulación social creció junto al proceso de consolidación de la organización social popular durante el siglo XX, se desarrolló al pensar y actuar para la construcción democrática durante el desarrollo de ese siglo, pero se constriñe, es oprimida a partir de la dictadura. Los gobiernos de coalición concertacionista, que propiciaron el retorno de la “alegría” política, social, cultural y económica sólo han construido una réplica socialdemócrata y civilista de la dictadura militar, replicándola y consolidándola.Qué es posible observar en este diseño, más allá de lo esbozado. Una multiplicidad de fenómenos como la precarización de las condiciones de vida y trabajo de múltiples sujetos y actores, la despersonalización de las relaciones entre los actores y sujetos con los interlocutores políticos, el progresivo repliegue del aparato estatal de los lugares de construcción ciudadana (educación escolar y superior, participación ciudadana, formalización organizativa) y su reemplazo por un papel de nuevo ente fiscalizador del mercado. En este rol surgen nuevas-viejas funciones para el aparato y sus funcionarios: la búsqueda de redes clientelares en las que el aparato envuelve a los jóvenes y minimiza la posibilidad de construir o articular actores o sujetos. Este fenómeno ha logrado señalar un nuevo espacio funcionarial para la educación pública y privada, pero con mayor fuerza es posible reflejarlo al interior de los procesos formativos en las ciencias sociales. Sí, en efecto, las ciencias sociales y los científicos sociales que antaño formaban parte de las tribunas en que los actores sociales construían proyectos de sociedad, en diálogo latinoamericano en clave proyectual hoy formulan currículas y programas de investigación que muestran, señalan e incluso problematizan la “realidad” social, pero que no logran pensarla en clave de futuro, no tienen proyección, ni menos proyecto para ella, no dialogan y sólo intervienen en clave funcional y funcionarial. Es por ello que el espacio de clientelización que el Estado entrega a muchos jóvenes científicos sociales que luchan por un puesto, para luego transformarse en funcionarios del aparato estatal, es altamente atractivo y atrayente: no piense en el futuro, ejecute en el presente parece ser la máxima.Por ello es necesario y urgente abrir el diálogo, ver más lejos que las estadísticas, pensar el país más allá de lo mediático y comercial, la necesidad hoy está puesta en el futuro, en el cómo nos insertamos en él, cómo nos construimos en él, cómo aportamos y desde dónde para hacer-nos un futuro como sociedad inclusiva, participativa, activa, socialmente viva. Consideramos que el horizonte posible sigue estando puesto en lo que para el proyecto social-popular, durante gran parte del siglo XX, fue la bandera de lucha, el horizonte utópico: la construcción de un país, de una sociedad donde la democracia fuera efectiva y no sólo formal, activa, participativa, altamente deliberativa y no sólo el reflejo de lo que ha sedimentado hoy: una pantomima de participación, una comedia de representación.Por ello tenemos la urgencia de pensar-hacer sociedad, construir proyecto, levantar sociedad y sociabilidad. Por ello la necesaria urgencia de levantar al sujeto en una operación lazárica que le permita caminar luego de que la teoría lo diera por muerto.)
Etiquetas: CHILE ACTUAL
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