jueves, 15 de noviembre de 2007
Investigación Tecnocrática y Ocultamiento de Realidades Locales
Alexis Rebolledo Carreño, produceideas@gmail.com
La discusión y análisis de la situación del Chile contemporáneo se instala desde aquellos primeros conceptos asociados a la Modernidad y los procesos de modernización, que se erigían como los indicadores y/o verificadores de una nueva conciencia y creación de sentido. La dinámica que adquiere el ordenamiento socioeconómico y cultural actual parecieran dar la razón a quienes sospechan con insistencia que se ha estado desarrollando un proceso de homogeneización de principios, de relativización de los grandes discursos ideológicos, los que estarían siendo absorbidos por la maquinaria de la fragmentación y secularización de la globalización económica. Tal discurso ha sentado raíces en nuestra sociedad casi como secuencia inesquivable y necesaria, lo que ha decantado en políticas sociales, legislaciones, accesibilidades y “normalidades”, necesarias para desenvolverse con propiedad y éxito en el convivir cotidiano y laboral.
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Sin embargo, la discusión en torno al proceso de sustitución de concepciones y aproximaciones a la “realidad” debe ser revisada críticamente, esto a la luz de las cada vez más frecuentes ineficiencias y discriminaciones generadas por intervenciones y metodologías fundadas en el paradigma de la integración social, concepto que en su sustancia conlleva una invitación ineludible a la sumatoria de conductas pauteadas, con el costo de la negación de las voluntades y particularidades de los sujetos y sus realidades locales.En el presente se plantea cómo aquella yuxtaposición de concepciones no ha sido fluida ni plena, siendo por el contrario una contienda de propósitos dispares, pedregosa y dificultosa, en especial para quienes caminan por la vereda de la “distancia”, diferencia y/o incompatibilidad funcional, y cómo las soluciones emanadas de la racionalidad empírico-analítica[1] y mayoritaria no representan opciones pertinentes, sino que por el contrario, restringen la legítima demanda de participación plena a escenarios mezquinos en oportunidades y generosos en estigma y exclusión.Es reconocible que la sociabilidad actual se presenta mediada por nuevos espacios y medios de interacción (ej. de la plaza de armas al mall, de la carta al e-mail), la que nos muestra una creciente complejidad de la actual relación entre los sujetos, a lo cual (y por consiguiente) hay que sumar una cada vez más entramada estructuración de los organigramas sociolaborales productivos, que atienden a nuevas motivaciones laborales, equipos de gestión reducidos y variopintos, externalización de servicios a terceros (outsourcing), horizontalidad, metas de eficacia, indicadores de eficiencia, etc., y que sitúan las relaciones entre los trabajadores en escenarios fragmentados, fuertemente focalizados y compartidos por la especificidad de los oficios, elevando sin duda alguna los requerimientos mínimos que se han de exhibir para acceder adecuadamente a una participación social óptima, integrada, confortable y deseable. La situación de “integración” de una persona en esta línea se asocia más bien a una situación de competitividad de la misma, es decir, a condiciones propias de la persona en tanto manejo técnico como sociolaboral, no dependiendo tan sólo del buen desempeño del oficio propiamente tal, sino que también exige una buena disposición frente al “otro” con quien interactúa.Ahora bien, las diversas caracterizaciones que orientan la identificación de desempeños socialmente habilidosos –competentes- mencionan ciertas cualidades recurrentes que de un modo u otro apelan al actuar con propósito y en simetría a una regulación preestablecida como vigente, señalada sin gran precisión a través del sentido común, pero con indisimulada claridad por los centros de conocimiento y legitimación del discurso económico en Chile[2], y a la cual han de apegarse en virtud y moral las conductas y actitudes de un sujeto interactuante, si es que éste pretende un desenvolvimiento armónico e integrado con su entorno en una relación de autovalencia, aun cuando autorregulada en su devenir[3].Lo señalado referencialmente es frecuentemente legitimado, tanto en su diagnóstico, pesquisa, como en su pronóstico, a través de las diversas prácticas investigativas y formativas, a pesar de la necesidad de una reflexión más detenida, puesto que sus parámetros indicativos de presencia son compartidos mediante la observación conductual de los sujetos (evidencia empírica, paramétrica), sin mayor indagación que la resultante obtenida tras la ejecución de una decisión oportuna (o no) de determinada técnica de recolección de datos. Es en este momento en que se erigen las más validadas observaciones de tipo terapéuticas de (re)entrenamiento funcional de sujetos[4], los que sitúan como su piedra angular la respuesta conductual eficaz (observable) y sus consecuencias como centro y periferia epistemológica de estudio y atención.Cabe entonces cuestionar la validez de las aproximaciones a nuestra realidad nacional, regional y local, en el propósito de conocerla y comprenderla. Los centros de producción de conocimiento en Chile (entre otros: CEP, Fund. Futuro, CPEIP, CIDE, CIADE, BioBarómetro…) han dado muestras de un gran despliegue procedimental en tecnologías de investigación, pero desatendiendo su objeto de estudio. Las investigaciones responden a preguntas funcionales al modelo antes descrito (ej. ICH en Chile, Empleabilidad, Emprendimiento, etc.), las que por defecto ocultan y/u obstaculizan el acercamiento a “realidades locales” y producciones de sentido “diversos” no-hegemónicos.La utilización tecnocrática de la investigación en Chile se traduce en un uso superficial y arbitrario de técnicas y de sistemas clasificatorios de conceptos, las que terminan en conocimientos estadísticamente significativos, pero sustantivamente irrelevantes. Por otra parte, la pretendida proximidad significativa de técnicas cualitativas, en su mal uso, ha redundado en inducción poética, no superando el registro de actividades (en particular al pijama de moda de la investigación acción).En definitiva, se está consolidando una imagen país sobre la base de la legitimación procedimental y funcional de investigaciones tecnocráticas que ocultan y/o desplazan las “realidades” locales de nuestra experiencia cotidiana, tornándolas irrelevantes en participación en el modelo.La cuestión está, entonces, en revisar el objeto de estudio país que se está abordando, sus posibilidades y limitaciones, el uso del método y su enseñanza como práctica investigativa y generador de conocimientos.Bibliografía:Brunner, J.J. y Elacqua, G. (2003): Informe Capital Humano en Chile. Universidad Adolfo Ibáñez.Jaramillo, Luis y Vesga, Juanita (2006): Más allá de la distinción hegemónica entre ciencia y pseudociencia: los hilos rotos por el trópico. En Cinta de Moebio, U. De Chile.Posada, Jorge (2006): La subjetividad en las ciencias sociales, una cuestión ontológica y no epistemológica. En Cinta de Moebio, U. De Chile.[1] En el sentido del sometimiento del objeto de estudio al control del investigador y a la objetividad como neutralidad valorativa con que Habermas la utiliza en Conocimiento e Interés (1982)[2] “(en) la formación de Capital Humano (…) se prepara el futura del país: la capacidad de asegurar el crecimiento económico de mediano plazo, eliminar la pobreza y crear oportunidades de progreso para toda la población”. (Brunner y Elacqua; 2003)[3] No hay que olvidar la jurisprudencia oficial con su sistema de leyes y sanciones ni los códigos éticos no escritos que existen en todo grupo específico de la sociedad –con tanto peso como el anterior.[4] El Informe Capital Humano en Chile señala que, de lo contrario “limitan la competitividad del país”. (Brunner y Elacqua)
Etiquetas: CHILE ACTUAL
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